Fantasma
EXTRAÑAR UN FANTASMA
Hace tanto tiempo fui poseída por un fantasma, él nunca se quejó de mi adicción al trabajo, de
mis pocos amigos, ni de mi ejercicio intelectual por comprenderlo todo, aun cuando lo
ignoraba volvía a mí cada noche, siempre con una sonrisa dibujada que le daba fuerzas hasta
al más desvalido para levantarse al día siguiente; me esperaba en cualquier rincón vacío de la
casa, me acompañaba en todos mis viajes, sobre todo aquellos viajes familiares a casa de la
abuela, una vieja casona con muchas habitaciones donde él podía jugar a aparecer y
desaparecer entre mis recuerdos de infancia, disfrutar de ver fotografías antiguas o de leer unay otra vez a Patricia Esteban Erlés, sus microrrelatos lo hacían feliz.
Un martes, lo recuerdo muy bien, retorne a casa y tome un té, entonces sentí su ausencia, revise la cocina, la sala de
gimnasia, hasta la habitación de invitados, pero no lo encontré, decidí revisar de nuevo, tal vez
se perdió en mi guardarropa, jamás le puse limite, volví a la cocina, él amaba los sabores de la
vida, pero no estaba allí definitivamente. Corrí a revisar las ventanas, tal vez las deje abiertas
por inadvertencia y un viento veloz lo había arrastrado, tal vez había caído por descuido al
jardín y estaba herido, tal vez alguien lo había secuestrado.
Aquella noche para poder dormir tuve que suponer que había tomado un crucero a Ibiza, pero el sábado al atardecer tuve que
entender que, como todo, hasta los cuentos de fantasmas y los cuentos de hadas tienen un
final. El decidió simplemente partir, se alejó tan silenciosamente que no me di cuenta en qué
momento lo perdí de vista, un día ordinario se cansó de mí, de mis ilusiones, de mis ideales, de
mis decisiones, de mis hábitos y hasta de mi cuerpo. Tal vez todo lo que fui se desdibujo con su
partida, tal vez lo extraño tanto que divago, lo mejor, será apresurarme a vestirme para ir a
denunciar su desaparición.
Claudia Liliana Rodríguez Espitia
30 de abril del 2024